lunes, 2 de marzo de 2009

TRAICIÓN / CULPA


Sentado en el sofá, inmerso en un mundo donde todo es de cartón, efímero, donde solo existo yo, absorto en un sin saber o en un no querer saber, no estoy muy seguro. La traición se alimenta tras la puerta que tengo a mi espalda, devora mis aspiraciones, mis ilusiones, mis esperanzas. Tras el insolente acto de traición, ésta se oculta entre mis sábanas y absorbe mi sangre a medida que pasan los días, lentamente, tanto que solo logro percibirlo cuando ya es tarde. Ha vaciado mis venas de ese líquido viscoso que, según dicen, da la vida, aunque en mi caso parece no ser así. No alcanzo a comprenderlo, ¿que es lo que me mantiene con vida?, ¿odio, rabia, miedo, venganza, o tan solo la cruda revelación de la realidad?, ¿empezará ahora mi vida, estaba muerto hasta este momento o es ahora, en este preciso instante en el que una sensación de vacío se apodera de mi, cuando conozco la muerte? Realmente creo que ya no me importa, todo a quedado como yo, vacío, carente de sentido, de valor.

A mi rifle se le han acabado las palabras y es ahora cuando mi boca empieza a escupir balas que derramaran sangre, pero no la del traidor sino mi propia sangre, envenenada, tintada de negro y con un desagradable olor a podredumbre. Debe ser mi corazón licuándose entre mis venas hasta llegar a mi estómago, encogido por el dolor.

Abro los ojos, un día nuevo, parece que todo ha sido un sueño, estoy abrazado a ella, siento como si al soltarla fuera a huir llevándose mi vida. Nunca me había ocurrido esto, su sexo me provoca miedo, debe ser esa energía que desprende, es extraña, me provoca sensaciones que se contradicen entre ellas, en fin, serán cosas mías.

Llega la tarde y una nueva revelación con ella, ya no puedo más, todo esto me supera, son tantas las sensaciones que colapsan mi alma, todas ellas débiles pero al mismo tiempo ocultan una gran fuerza que me conduce a la depresión, al destierro... es hora de volver a casa, a mi verdadera casa. Hoy haré las maletas, solo es una forma de hablar, no tengo nada que meter en ellas. Tan solo mi gran amigo me acompaña, no creo que un gato pueda derramar lágrimas pero da la sensación de que lo hace por mi, sabe que yo ya no puedo hacerlo.

Al día siguiente, en el tren, empiezo a comprenderlo todo, lo extraño de su energía, mi miedo a su sexo, todas esas sensaciones contradictorias, sabía todo lo que pasaba pero por alguna razón no quería verlo, seguramente me sentía solo, sin embargo, toda esta situación solo ha conseguido que esa sensación haya crecido descomunalmente, siento que a nadie le importo, solo quiero destruirme pero mi cobardía no me lo permite. Tengo que desaparecer, empezar de nuevo, lo intento pero nada sale como quiero, puede que el destino quiera obligarme a superarlo, a dejar de huir.

Poco a poco empiezo de nuevo pero algo ha cambiado en mi, ahora hay un muro que me separa del resto del mundo, de la realidad. Han pasado cinco años, había olvidado la imagen de esos ojos llorando por mi, ahora parece que no se limitaban a eso, no solo lloraban por mi, empezaban a absorber todo lo que hacía que me pudriera por dentro. Ahora el que quiere morir es él, mi dolor lo está matando. Tumbado en una fría mesa de metal, tapado con una manta térmica que intenta retener su calor, sus ojos me miran, débiles, sumidos a la rendición, de nuevo esas lágrimas en sus ojos. Mi corazón palpita cada vez más fuerte, tanto que empieza a dolerme, el arrepentimiento y la culpa ya no caben en él. Se abre la puerta, un hombre con bata blanca y una especie de pijama verde entra, ha llegado el momento de tomar la decisión, infinitas colisiones empiezan a producirse en mi cabeza, son los pensamientos que rondan por ella, cada uno me invita a decir una cosa... me rindo, no se que ha sido, quizás el miedo, el egoísmo, quizá ninguna de las dos, o las dos a la vez. Salgo de la habitación, rompo a llorar, un amigo me abraza, creo que no lo merezco pero ocurre así, menos mal, puede que de lo contrario hubiese terminado en el suelo.

Solo una frase ronda mi cabeza... “lo siento”.

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