jueves, 23 de julio de 2009

LUJURIA


La noche, de nuevo, posó sus manos sobre mis hombros,
dejó caer su peso sobre mis agotados párpados.
Pasado un rato cerré los ojos, me dejé vencer,
el sueño se apoderó de mi.

Pero esa noche sería diferente,
su silueta se dibujaba ante mi,
ese olor que mil veces había imaginado
impregnaba toda la habitación.

Mientras yo me recreaba con su cuerpo
ella parecía entregada a mis manos,
sus labios rozaban mi piel,
sus manos recorrían mi cuerpo.

El éxtasis se acercaba,
empapados en sudor nos estremecíamos,
nuestros ojos se tornaban en un blanco impoluto
nuestros dedos se entrelazaban.

Entonces, en la cumbre de nuestra lujuria,
un ruido retumbó en el piso de arriba,
mis ojos se abrieron
y volví a sentirme solo en la oscuridad de mi habitación.

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